La crisálida


DIOS NO EXISTE.

¿Cómo no se atreven a afirmarlo rotundamente los creadores del anuncio que empezó causando sensación en Londres y ha logrado causar conmoción en Barcelona? Lo del eslogan "Probablemente Dios no existe; deja de preocuparte y disfruta la vida" me parece algo tibio, todavía atemorizado por la ira divina o temeroso de la furia vaticana. ¿Tanto poder, dios mío, tiene todavía la Iglesia en el tercer milenio? La respuesta publicitaria de los E-cristianos (una secta evangélica) ha sido más rotunda: “Dios sí existe”, sin titubeos, con auténtica convicción. Ahí está el problema: seguimos mareando la perdiz y reprimidos por un miedo irracional similar al miedo al infierno. Pero, en fin, me dicen unos compañeros más jóvenes (yo sólo tuve la opción de francés en los Institutos de Franco) que la expresión “probablemente” tiene un sentido irónico en inglés. Menos mal.

Con todo el respeto por los creyentes, la idea de que Dios existe no se sostiene a la luz evidente de la razón. Sólo la fe regida por el sentimiento de angustia existencial, la necesidad de trascendencia o el puro placer uterino de saberse acogido y protegido por un Ser Superior, por un Ente Sobrenatural, puede justificar la supervivencia milenaria de una religión como la cristiana. El miedo a lo desconocido, a la muerte, al abismo de la nada de la que venimos y en la que termina inexorablemente la breve vida humana está fuertemente arraigado en el inconsciente colectivo y origina que muchos seres humanos –legítimamente, eso sí, el miedo es libre- se agarren al clavo ardiendo de la salvación ultraterrena. Allá ellos, en su derecho están de esperar lo que no es esperable ni mucho menos probable, pero a lo que no tienen derecho es a tratar de imponer sus creencias al resto de la sociedad laica y aconfesional, ni siquiera a exigir un trato de favor privilegiado como en los funestos tiempos del nacional-catolicismo.

De todas maneras, estoy completamente de acuerdo con esta iniciativa de la Asociación Humanista Británica, una organización sin ánimo de lucro que defiende "un mundo sin privilegios ni discriminaciones religiosas, en el que la gente sea libre de vivir vidas buenas basadas en la razón, la experiencia y valores humanos compartidos", una iniciativa que “probablemente” (espero que con toda seguridad) será el comienzo de una nueva era más libre (sin catecismos), más humana (menos divina) y preparada para disfrutar plenamente de los dones de esta vida del aquí y del ahora, la única vida real, la única vida que merece vivirse. Lo demás es ficción, imaginación, arrebato místico, ilusión, de lo que también se vive, indudablemente, siempre que no vuelva contra uno mismo y acabe convirtiendo este paraíso terrenal en un valle de lágrimas.

Paco Ayala Florenciano

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