
Encefalopatía vacuna, gripe aviar, gripe porcina... toda esta saga de temibles enfermedades de transmisión animal me parece una nadería si la comparamos con la gran pandemia que de un tiempo a esta parte viene asolando el verdadero estigma que nos caracteriza como humanos: la facultad de pensar y de crear.
No hay más que echar un vistazo rápido al periódico para darse cuenta de lo que digo: que si Carla Bruni pasea en tacones con la Reina -que también va en tacones pero un pelín más altos por mantener el tipo de Alteza- mientras compite en glamour con Sonsoles Espinosa o con la princesa Leticia (lo que sus maridos mandatarios deciden acerca del futuro de nuestro país y de las relaciones internacionales importa poco menos que un comino a la mayoría de los lecto-espectadores); que si las españolas son las que mejor recuerdan el día de su última regla; que si Mayor Oreja ve “muy desmejorado” a Aznar (parece que está muy delgado últimamente, ¿por qué será?); que si Mercedes Milá se marcha del programa de Sardá “La Tribu”; en fin, bla, bla, bla...
Cuando las buenas noticias, las que verdaderamente pueden hacer historia o son parte de la verdadera historia de cada día, pasan desapercibidas en un íngrimo rincón de una página medio traspapelada en la hemeroteca: la revolución que supondrá para el mundo editorial, y por tanto para la cultura mundial, el llamado “cajero automático de libros”, una mega-impresora que hará las delicias de tantos lectores ávidos de poseer un ejemplar recién publicado y puede que aún no disponible en las librerías, o un volumen descatalogado que hasta hoy era poco menos que inaccesible para el común de los mortales; o el delicado estado de salud del genial poeta uruguayo Mario Benedetti, uno de los grandes escritores del español de América, a la vez sublime y sencillamente comprometido contra la injusticia de los hombres y del tiempo que acaba devorando sus ínfulas de pequeño dios. ¡Vaya por ti, querido maestro, excelso vate, este hermoso haiku que nos has legado, como tu vasta obra, para toda la eternidad de la que ya estamos disfrutando, ahora, gracias a tu palabra!:
Puedo morirme
mas no acepto que muera
la humanidad.
Paco Ayala Florenciano