La crisálida


ELUANA
Voy a empezar con un refrán: Más vale buena muerte que mala vida. O con este otro: Bien morir es empezar a bien vivir. Lo digo a propósito de esta mujer, Eluana, que lleva 17 años en estado vegetativo y cuyo padre ha conseguido, al fin, que la justicia autorice la desconexión de su sonda de alimentación e hidratación artificial y, por ende, la interrupción de su vida (si se puede llamar “vida” al puro mantenimiento mecánico de las constantes vitales). Y lo digo también por el despropósito del primer ministro de la república italiana, Berlusconi, aplaudido por la curia vaticana, de impedir que tal desconexión se lleve a cabo porque, según sus propias palabras, “no quiero la responsabilidad de la muerte de Eluana. Tiene células vivas en el cerebro, e hipotéticamente podría todavía tener hijos”. Espeluznante, demencial, cuando no cínico y despiadado, el arrebato prepotente de este mandatario que se arroga también el derecho a decidir sobre la vida y la muerte de sus conciudadanos. Este pequeño dios de la política y estos endiosados sacerdotes, pontífices y nuncios de la divinidad se otorgan a sí mismos la potestad de manejar el sagrado e inviolable destino -único, intransferible, individual- de las personas. De tener que decidir sobre la vida de una persona como Eluana, que ya carece irreversiblemente de toda capacidad de decisión, de voluntad propia, sería su padre -también su madre, pero no he leído nada sobre ella en la prensa- el único legitimado para hacerlo, su verdadero dios-creador, su progenitor, máxime si el propio Estado de derecho -que no el político hipócrita, oportunista y autócrata- lo avala y lo permite.
En el trasfondo de todo este asunto yo creo que late aún el miedo irracional a la muerte, tema tabú donde los haya y con el que tantos hechiceros y taumaturgos de diversa índole y pelaje siguen especulando y beneficiándose. ¡Que no nos engañen! Vivimos inmersos en el misterio de la vida y de la muerte, dos caras de la misma moneda que llamamos existencia, el haz y el envés de un mismo ente, de una misma energía que fluye sin cesar, que cambia y muta eternamente. Tan simple como nacer es morir, pero con la diferencia de que, así como el hecho de nacer es considerado motivo en sí mismo de regocijo, y se proclama y se televisa a todo color y se vende, el acto de morir se oculta, se silencia, se embadurna de negro y se incinera o se esconde a dos metros bajo tierra. ¡Ay, si comprendiéramos que también la muerte, sí, la muerte, puede ser motivo de alegría! Si aceptáramos nuestra condición humana en su integridad, como perecedera, mortal, efímera, caduca... Si viviésemos la muerte (¡viva la paradoja!) como un proceso indispensable y necesario de la simple existencia. Si trascendiéramos la mortaja, el cadáver, el sepulcro, la desintegración de la materia... y llegásemos al fin a la nada de la que partimos y a la que regresamos, la nada que nos define y que lo es todo, al fin y al cabo... Viviríamos de pleno en el meollo del misterio, con naturalidad, libres por fin del terrorismo del pecado, exentos de culpa y arrepentidos, en todo caso, de no dejar morir en paz a Eluana.
Y acabo con una cita de Albert Camus: La muerte no es nada. Lo que importa es la injusticia.
Paco Ayala Florenciano

4 comentarios:

  1. Porsupuesto, un político desconocido para Eluana no puede decidir sobre su vida, la cual pienso que ahora mismo le pertenece a su padre, que sabe ahora mismo aunque sea una difícil circunstancia lo que es mejor para , si se puede llamar vida, de su hija.

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  2. Cada uno tiene derecho a lo que quiere y si el padre de Eluana quería que la desconectara, deberían de "obedecer" si se puede decir así. Lo que no entiendo es que Berlusconi se oponga y diga que todavía podría tener hijos. Es ridículo que piensen que una persona que lleva 18 años en coma todavía pueda tener hijos. No es imposible pero ridículo sí.


    ANDREI HINCIANU 4ºB

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  3. El dia que no sea capaz de limpiarme el culo después de defecar por mí ya me pueden dar el "fesoriazu" que no quisiera seguir viviendo, cada uno tiene el derecho a morir dignamente si eso es lo que quiere, todo el mundo tiene el derecho de escoger la eutanasia si está plenamente capacitado psicológicamente y sabe lo que dice.Pero mantener a una persona que esta clínicamente muerta enchufada a las máquinas del hospital (siendo su como irreversible) es una estupidez y siendo franco prefiero tener un jarrón ming en casa que a un familiar tumbado en la cama de un hospital desde hace 20 años y gastando el dinero de la seguridad social para nada.Es una vergüenza que la gente no pueda morir si éstos quieran aunque más vergüenza y asco me dá el "Berlusconinni".

    DANIEL COTS

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  4. ATENCION PROFESORES!!!!!!!!!!!!!!

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