La crisálida




Huelga de estudiantes

Estoy buscando por todos los periódicos y no encuentro referencia alguna a la huelga de estudiantes convocada para hoy. Y el caso es que sí la está habiendo y que al menos entre el alumnado de 3º y 4º de E.S.O. y de Bachillerato está teniendo una amplio seguimiento. Ayer tampoco se hizo referencia a dicha convocatoria en los medios de comunicación, al menos en los que yo suelo recalar. Puede, eso sí, que mañana hagan mención de ella, supongo que si no contraviene los intereses del poder.
No creo que la mayoría de los que hoy secundan la huelga sepan a ciencia cierta las causas oficiales que la han provocado. Pregunté en clase y algunos profirieron vaguedades acerca de la nueva Selectividad que prepara el gobierno y que no les satisface, o sobre el nuevo marco europeo al que deberá ajustarse el diseño de las carreras universitarias, que tampoco es de su agrado... Pero no conocían exactamente los pormenores de tales proyectos de leyes de los que parece ser que abominan. En fin, lo que me temía: falta de información directa y de interés real por conocer y asumir las causas de una decisión tan trascendente -hoy no, pero el día de mañana sí- como la de ir a una huelga.
No obstante, en todo este desconcierto, vislumbro un factor muy positivo que voy a tratar de esclarecer: me parece bien, así de entrada, que los jóvenes se pongan de acuerdo, debatan (aunque sea mínimamente) sobre cuestiones que sí saben que les atañen y tengan iniciativa (aunque venga algo teledirigida por las consignas del Sindicato de Estudiantes). Cuando se es joven (y yo diría que en todas las edades) es bueno y saludable oponerse, rebelarse contra el sistema, manifestar el descontento general (y existencial), aunque se utilicen, en este caso, las leyes educativas como excusa para protestar por tanto desaguisado social, político, económico, cultural (incultural, más bien, válgame el neologismo) que afecta, y muy especialmente, a los jóvenes. Es bueno, además, verse en la tesitura de tener que dar explicaciones y razones a propios y extraños que respalden la opción por la huelga. Fomenta el espíritu crítico (y autocrítico), la capacidad de argumentación y cimenta la propia libertad individual sobre el pilar de la responsabilidad. ¿Habrá algo más educativo que todo esto?
Ahora sólo falta que la sociedad -dirigentes, educadores, padres...- recoja el guante lanzado por esta juventud del tercer milenio y dé suficiente respuesta a sus anhelos, a sus proyectos, a sus necesidades. ¡Así sea!

Paco Ayala Florenciano

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