La crisálida


La Caravana /vs./ La Barraca

El pasado sábado actuaba en el Teatro Riera la recientemente fundada en Oviedo Caravana del Verso, y lo hacía con un autor de emblemático arraigo poético: García Lorca. El título de la función: Lorca eterno, consistente en una nutrida selección de sus poemas (con algún aliño narrativo y dramático) recitados por dos talludos varones y una joven mujer de voces pulcramente radiofónicas. Para romper el estatismo escénico contaban con la intervención de una bailarina que interpretaba “sui generis” algunas de sus tragedias (Bodas de sangre, Yerma...).
Y esta función me trajo a la memoria -confieso que acudí al espectáculo para rememorarlo- un evento similar producido por la también recién fundada en nuestro Instituto Compañía La Barraca, un 23 de Abril de 1998 (con objeto de conmemorar el centenario del nacimiento del poeta granadino) y con otro título: Universo Lorca 98. Esta Compañía estaba compuesta por un variado elenco de rapsodas casi a partes iguales entre profesores, alumnos y padres, y tenía por objeto retomar la primitiva Barraca lorquiana abortada por nuestra Guerra Civil. Y retomarla con su mismo espíritu (aunque no exactamente en el contenido, pues nosotros recitábamos versos y Lorca y su grupo universitario representaban teatro) que no era otro que llevar la cultura y el arte al sector de la población para el que normalmente eran inaccesibles. Y así funcionamos durante 5 gloriosos años subiendo a los más improvisados escenarios a poetas de la talla de Neruda, León Felipe, Miguel Hernández o Nicolás Guillén. Lo hacíamos por puro amor al arte, nunca mejor dicho, y conseguíamos concitar voluntades e ilusiones hasta ahora inusitadas en este minoritario campo de la poesía, especialmente las de nuestros jóvenes alumnos. Eso sí, nuestras funciones no eran un mero ejercicio declamatorio -o mejor dicho, apenas lo eran-, sino un recital vivo, fresco, imaginativo, en el que combinábamos el ritmo de la palabra lírica con la música (grabada o en directo), la dramatización y la escenografía (mínima pero elocuente: diapositivas, andamios, objetos.. Y el atuendo típico de la Barraca inicial: un mono azul con su bicolor insignia de la máscara y la rueda). ¡Qué hermosura, qué vibración biunívoca entre público y actores, qué experiencia tan vital y vitalicia!
La actual Barraca de Villaviciosa -a la que yo ya dejé de pertenecer hace varios años- se parece mucho a la Caravana de Oviedo: puro acto recitativo, pura voz expandida por altavoces, pura secuencia crónica y didáctica. Echo en falta, tanto en una como en otra, menos sujeción al texto, menos constricción verbal y más verbo hecho uno con el cuerpo, convertido también en acto, movimiento, luz, juguete, objeto y gesto con que apuntar directamente al corazón del espectador y hacerle participar, extasiarse y disfrutar del festín poético.
De todas formas, ¡bienvenida sea esta Caravana y larga vida a la Barraca! Su denodado y desinteresado esfuerzo por transmitir y difundir la poesía no tiene precio. Así que, desde esta página, mi más sincero aprecio por ambas. Este sábado, precisamente, la Caravana me resucitó unos versos eternos del Cuerpo presente (Llanto por la muerte...) que tenía olvidados pero hondamente latentes. Gracias, de todo corazón:

Ya se acabó. La lluvia penetra por su boca.
El aire como loco deja su pecho hundido,
y el Amor, empapado con lágrimas de nieve
se calienta en la cumbre de las ganaderías.

¿Qué dicen? Un silencio con hedores reposa.
Estamos con un cuerpo presente que se esfuma,
con una forma clara que tuvo ruiseñores
y la vemos llenarse de agujeros sin fondo.


Paco Ayala Florenciano

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