La crisálida


Poética del agua.

Hoy es el Día Mundial del Agua y mañana el de la Poesía. El primero no ha pasado desapercibido ni a políticos ni a ciudadanos de a pie. Manifestaciones multitudinarias como la de ayer en Murcia (mi tierra) reclamando el manido “Agua para todos” evidencian que el líquido elemento es de naturaleza esencial e imprescindible para garantizar no tanto la supervivencia de la especie humana sobre la faz de la Tierra, cuanto porque sin ella se hace inviable cultivarla y extraerle sus preciados frutos, base primigenia de la economía levantina en este caso. El agua que tantas veces hasta molesta y aburre en la vertiente cantábrica es aquí, en la cuenca mediterránea -desde donde escribo estas letras-, un auténtico milagro, un motivo de júbilo, incluso una festividad religiosa, precisamente por tratarse de un bien tan escaso como necesario. Agua bendita que, sin embargo, levanta pasiones, enconos, disensiones. Agua inaudita que hace florecer los almendros, los melocotoneros, los ciruelos, los naranjos y limoneros... Agua de vida. Yo diría que, más que mal repartida, está mal distribuida y, sobre todo, malgastada en desvaríos varios como campos de golf, piscinas, céspedes imposibles, regadíos desproporcionados y descabellados parques acuáticos. Así que no basta con salir a la calle y manifestarse a grito pelado contras las administraciones, contra los gobiernos, contra el desequilibrio hídrico por otra parte natural y quién sabe si hasta ecológicamente equilibrado. No. Se puede protestar por las injusticias, se puede reclamar la restitución de un derecho fundamental como lo es el disfrute básico del agua, pero hay que predicar con el ejemplo y no practicar el derroche, el despilfarro, el “agua para todo” y no, de hecho, “para todos”. Pero en la sociedad acomodada a la molicie, instalada en el uso abusivo de las materias primas, en el “pan para hoy -a toda costa- y hambre para mañana -a costa de países explotados y desangrados-”, esto de la moderación, de la restricción controlada, del consumo responsable... suenan a palabras huecas que quedan muy bien en los programas de los partidos, en los libros de texto, en los informes y en las propuestas institucionales, pero que luego, a la hora de la verdad, nadie está dispuesto a llevar a cabo con todas sus consecuencias.
¿Y qué tiene que ver todo esto con la Poesía? Pues, aunque no lo parezca, mucho, más de lo que cabe imaginar. Porque sigue siendo “un arma cargada de futuro”, porque nace, como el agua, de las fuentes más puras del intelecto humano y porque se mantiene pura, limpia, elemental, ajena a la barbarie ecocida del hombre, a modo de conciencia intacta y revulsiva, a modo de imagen prístina e incorruptible de la humanidad, como una copia de seguridad que conviene preservar y custodiar por si hay que recuperar y actualizar la información acerca de quiénes somos, de dónde venimos y adónde vamos. Poesía de ayer y de hoy, poesía de siempre y para siempre, verdadera diosa a la que rendir culto y sacar en procesión en tiempos de crisis. Y, rebuscando en la biblioteca de mi padre -muerto hace hoy justamente un año- he rescatado una composición del poeta barroco murciano Saavedra Fajardo titulado A una fuente, homenaje dúplice al agua y a la poesía, inspiradora la una, inmortalizadora la otra:

Risa del monte, de las aves lira,
pompa del prado, espejo de la aurora,
alma de Abril, espíritu de Flora,
por quien la rosa y el jazmín respira;

aunque tu curso en cuantos pasos gira
tanta jurisdicción argenta y dora,
tu claro proceder más me enamora
que lo que en ti naturaleza admira.

¡Cuán sin engaño tus entrañas puras
dejan por transparente vidriera
las guijuelas al número patentes!

¡Cuán sin malicia, cándida, murmuras!
¡Oh sencillez de aquella edad primera!
Huyes del hombre, y vives en las fuentes.


Paco Ayala Florenciano

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